Hola!!!!

Este es mi primer blog, espero hacerlo correctamente y que les agrade,

martes, 28 de junio de 2011

Si fueras un animal, ¿Cual serias?



Bueno es lógico que Edward sea un león, Bella una oveja y Jake un perro, pero . . . tengo una duda ¿Por que Esme es un tigre y Carlisle un panda?



 




martes, 11 de enero de 2011

1° Visita, cambio de Edward



SOL DE MEDIANOCHE

Era más de medianoche, y la casa de Bella estaba en silencio y a oscuras. Su camión estaba parqueado cerca de la curva, la patrulla de policía de su padre en la calle. No existían pensamientos concientes en los alrededores. Observé la casa resguardado en la oscuridad del bosque que rodeaba el este de la casa. La puerta del frente estaba cerrada –no era un problema, excepto que no quería dejar una puerta rota como evidencia de mi visita–. Decidí probar con la ventana del segundo piso. Nadie se preocupaba por poner cerradura ahí.
Corrí hacia la casa y escalé su fachada en medio segundo.
Me colgué del alero de la ventana con una mano, miré a través de la ventana y mi respiración se detuvo. Era su habitación. Podía verla en una pequeña cama, sus cobijas en el suelo y las sábanas enredadas en sus piernas. Mientras miraba, ella se volvió y colocó un brazo sobre su cabeza. No hacía ruido al soñar, al menos no esta noche. ¿Acaso sentía el peligro cerca de ella?
Me sentí asqueado conmigo mismo mientras la miraba moverse nuevamente. ¿Acaso era mejor que algún enfermo acosador? No era mejor que esos. Era mucho, mucho peor.
Relajé las yemas de mis dedos, listo para irme. Pero primero me permití mirarla por un largo rato. No era pacífica. Tenía un pequeño surco entre las cejas, y una mueca curiosa en sus labios, los cuales temblaron y se apartaron.
-“está bien mamá” murmuró.
Bella hablaba en sueños. Mi curiosidad chispeó. Mi autocontrol se destruyó. Su señuelo contra mí, eran pensamientos inconcientes hablados, imposibles de ignorar. Abrí la ventana, no estaba con seguro, pero se trabó un poco, la deslicé suavemente de lado, evitando que sonara el metal. Tendría que traer aceite la próxima vez… ¿La próxima vez? Me golpeé mentalmente, disgustado conmigo.
Me pedí silencio antes de entrar. Su cuarto era pequeño –desorganizado, pero no sucio–. Tenía libros apilados a un lado de su cama, no podía ver sus títulos, sus discos dispersos, lejos del equipo de sonido ­–arriba de este había una caja vacía–. Papeles apilados cerca de la computadora, la cual luciría mejor en un museo a las tecnologías obsoletas. Sus zapatos estaban sobre el piso de madera. ¿En serio pensé que tenía una belleza promedio? Pensé eso el primer día, y mi disgusto con los chicos que inmediatamente estaban intrigados con ella. Pero cuando recordaba su rostro a través de sus memorias, no podía entender como yo no había encontrado esa belleza inmediatamente. Era algo obvio. Ahora mismo –con su cabello negro cayéndole por su pálido rostro, usaba una blusa llena de agujeros y pantalones, nuevamente estaba relajada y sus hermosos labios cerrados– me robó el aliento, o lo hubiera hecho, pensé, si estuviera respirando.
Ella no habló. Quizás su sueño había terminado. Le miré fijamente, y traté de pensar en alguna manera de hacer el futuro soportable. Herirla no era una opción. ¿acaso solamente podía intentar dejarla otra vez? Los demás no podrían discutir conmigo. Mi ausencia no pondría a nadie en peligro. No habría sospechas, nada que vinculara al accidente de nuevo. Lo dudé tal como lo hice esta tarde, y nada parecía mejor.
No podía esperar rivalizar con los chicos humanos, si es que ellos le la maban la atención o no. Yo era un monstruo. ¿Cómo me podría ver ella de una manera diferente? Si supiera quien soy, le daría miedo y me repudiaría. Como la victima en una película de terror, ella correría lejos gritando de terror. La recordé el primer día en Biología… y supe cual sería su reacción. Irse.
Era estúpido imaginar que si la hubiera invitado al estúpido baile, ella cambiaría sus precipitados planes y me acompañaría felizmente.
No era el escogido para ser a quien ella dijera si. Sería alguien más, alguien humano y caliente. No podía permitirme –algún día cuando ella otorgara ese si– cazarlo y matarlo, porque ella lo merecía, quienquiera que fuese. Ella merecía felicidad y amor con quien escogiera.
Debía hacer lo correcto por el bien de ella; no podía seguir pretendiendo que podía estar en peligro de enamorarme de esta chica.
Después de todo, realmente no importaba si yo me iba, ella jamás me vería de la manera en que yo deseaba. Nunca me vería como alguien digno de su amor. Nunca.
¿Podía acaso un corazón congelado y muerto estar roto? Sentía como si el mío lo estuviera.
-“Edward” dijo Bella.
Me congelé, mirando fijamente sus ojos cerrados.
¿Se habría despertado?, ¿me miraba?. Ella parecía dormida, pero su voz había sido tan clara… Ella suspiró suavemente, y luego se movió suavemente hacia un lado –estaba dormida y soñando–
-“Edward” murmuró suavemente.
Ella soñaba conmigo.
¿Podía acaso un corazón congelado y muerto volver a latir? Sentía como si el mío lo estuviera.
-“Quédate” dijo “Por favor… no te vayas”
Soñaba conmigo, y no era una pesadilla. Quería que me quedara con ella en su sueño.
Me devané los sesos en busca del nombre correcto al torrente de emociones que me embargaba, pero no conocía palabras tan fuertes que pudieran sostener las emociones. Por un largo momento, me ahogué en ellas.
Cuando llegue a la superficie, no era el mismo hombre que siempre había sido.
Mi vida había sido una interminable y tenebrosa medianoche. Había sido, por necesidad para mí, siempre media noche. ¿Así que como era posible que el sol saliera justo en mi medianoche?
Me convertí en vampiro, cambiando mi alma y mi mortalidad, a través de una transformación dolorosa, para finalmente congelarme. Mi cuerpo había cambiado en roca con piel, endurecida y sin encanto. Yo mismo, me había congelado –mi personalidad, lo que me agradaba, lo que no, mis modos y mis deseos– todos se habían congelado. Fue lo mismo para los demás. Todos estábamos congelados. Piedras vivientes. Cuando el cambio nos llegaba, nos era permanente. Lo vi pasar con Carlisle, y una década después con Rosalie. El amor los había cambiado de manera eterna. Una manera que nunca se desvanecía. Más de ocho décadas habían pasado desde que Carlisle encontró a Esme, y todavía se miraban con la incrédula mirada del primer amor. Siempre había sido así para ellos.
Siempre sería así para mí ahora. Siempre amaré a esta frágil chica humana, por el resto de mi ilimitada existencia. Miré fijamente la cara inconciente de la chica, sintiendo este amor por ella en cada parte de mi cuerpo de piedra.
Ella dormía un poco más tranquila que antes, con una pequeña sonrisa en sus labios.
Siempre mirándola, empecé a diagramar mentalmente.
La amaba, y podía tratar de ser lo suficientemente fuerte para dejarla. Pero sabía que no era tan fuerte. Podía trabajar en ello.Pero talvez si era lo suficientemente fuerte para encaminar el futuro hacia otra dirección.
Alice había divisado dos futuros para Bella, ahora entendía ambos. Amarla no me impediría matarla, si me permitía cometer errores. Ahora mismo no podía encontrar ni sentir al monstruo en mí. Quizás el amor lo había silenciado para siempre. Si la mataba ahora, no sería intencional, solo un terrible accidente.
Ahora tenía que ser extraordinariamente cauteloso. No podía nunca bajar la guardia. Tendría que mantener siempre una distancia considerable. No podía cometer errores.
Y finalmente entendí ese segundo futuro. Estaba desconcertado con esa visión –¿Qué había pasado que había convertido a Bella en una prisionera de esta media-vida inmortal?–
Ahora –que la había encontrado– podía entender como talvez, con un imperdonable egoísmo, le pediría a mi padre ese favor. Pedirle que le quite la vida y su alma, solo para tenerla conmigo para siempre.
Ella merecía algo mejor.
Pero vi otro futuro, una pequeña línea la cual podía caminar sin perder el equilibrio. ¿Podría? ¿estar con ella y dejarla como humana?
Deliberadamente tomé aire, y entonces, dejé que su esencia me rasgara como un fuego salvaje. El cuarto estaba lleno con su perfume; su fragancia estaba impresa en cada superficie. Mi mente nadó en ella, pero luché. Tenía que acostumbrarme a esto, si pretendía intentar cualquier clase de relación con ella. Tomé otra respiración de ese fuego salvaje.
La observé dormir hasta que el sol se asomó por las nubes del este.